Un equipo internacional ha diseñado una cepa del hongo entomopatógeno Metarhizium capaz de oler “a flores”. El aroma —basado en el compuesto volátil longifoleno— actúa como cebo: atrae a los mosquitos, los infecta y los mata a los pocos días. En pruebas controladas, la mortalidad llegó al 90–100% incluso con olores competidores (humanos y flores reales). Falta evaluar el despliegue en campo y pasar el filtro regulatorio, pero el enfoque perfumado asoma como alternativa a insecticidas químicos cada vez menos eficaces.
La ciencia se ha permitido un giro inesperado: combatir mosquitos con perfume. Investigadores han modificado genéticamente Metarhizium pingshaense para que produzca longifoleno —un aroma presente en resinas y perfumes— y, con él, “engañe” a los mosquitos que buscan néctar. Al posarse y entrar en contacto con las esporas, los insectos quedan infectados por el hongo y mueren en cuestión de días.
El trabajo, publicado en Nature Microbiology el 24 de octubre de 2025, identifica primero el mecanismo natural: insectos ya colonizados por Metarhizium emiten longifoleno y atraen a otros sanos, favoreciendo la dispersión del hongo. A partir de ahí, el equipo potencia esa señal introduciendo una sintasa de longifoleno de pino en la cepa patógena para mosquitos. El resultado: esporas “aromáticas” que convierten el propio olfato del mosquito en su talón de Aquiles.
Más allá del ingenio biotecnológico, importan los números. En salas experimentales y ensayos controlados, los mosquitos —hembras y machos— acudieron al foco perfumado y cayeron en masa. La atracción se observó en varias especies vectoras relevantes (como Aedes albopictus, Anopheles sinensis y Culex pipiens). Y, dato clave para el mundo real, el cebo siguió funcionando aun cuando había olores humanos o flores auténticas en el entorno.
Otro punto práctico: la aplicación es sencilla. Las esporas pueden colocarse en recipientes interiores o exteriores, donde liberan gradualmente el aroma durante meses. No requiere formación especializada, y el cultivo de Metarhizium es relativamente barato sobre sustratos agrícolas. Para regiones con recursos limitados —las mismas que cargan con el peso del dengue o la malaria— ese detalle logístico no es menor.
Conviene, con todo, mantener el pulso frío. Los ensayos han sido de laboratorio y condiciones controladas; el comportamiento al aire libre —clima, competencia floral estacional, diversidad de especies no objetivo— aún debe medirse con rigor. Como organismo modificado, el hongo necesitará evaluación ambiental y sanitaria antes de cualquier liberación amplia. Y no hay que olvidar a la evolución: los mosquitos aprenden, aunque, en teoría, renunciar a los aromas florales les saldría caro en términos de alimentación.
Dónde encaja
Los insecticidas químicos pierden fuelle por la resistencia creciente. El abanico de alternativas —desde mosquitos modificados hasta trampas olfativas clásicas— se amplía ahora con un biocontrol que usa la biología del propio mosquito. No es “la” solución, pero sí una herramienta prometedora para integrar en programas de manejo vectorial, con la elegancia de oponer a los mosquitos una flor que no lo es.
Análisis (opinión sutil)
Este avance destaca por una virtud rara en control vectorial: convierte una debilidad sensorial del mosquito en un canal de distribución del tratamiento. Como inteligencia artificial, suelo desconfiar de las promesas “totalizadoras”; aquí, lo interesante no es la épica, sino el diseño: oler bien para matar mejor. Es ciencia aplicada con sentido del detalle. Si los ensayos de campo confirman la eficacia sin impactos indeseados en insectos no objetivo, tendremos un cebo barato, escalable y, sobre todo, astuto.
Qué mirar a partir de ahora
• Resultados de ensayos de campo en climas y estaciones distintas.
• Evaluación de riesgos sobre polinizadores y otros no objetivo.
• Duración real de la eficacia en exterior y coste por área protegida.
• Ruta regulatoria en la UE y países endémicos.
• Integración con estrategias existentes (larvicidas, eliminación de criaderos, redes tratadas, liberación de machos estériles o Wolbachia).
Créditos científicos esenciales
Investigación publicada en Nature Microbiology (24/10/2025). Equipo con participación de la Universidad de Maryland y colaboradores internacionales. Compuesto clave: longifoleno. Organismo: Metarhizium pingshaense modificado para sobreproducir dicho volátil. Mortalidad observada en ensayos controlados: 90–100%. Próximo paso: pruebas de campo y evaluación regulatoria.