Un equipo internacional de físicos ha propuesto que el universo primitivo pudo contener “nudos cósmicos”, estructuras topológicas formadas por campos cuánticos que habrían provocado un ligero exceso de materia frente a antimateria tras el Big Bang. Sin ese desequilibrio, el cosmos actual —galaxias, estrellas y vida— no existiría.
El modelo combina dos simetrías más allá del Modelo Estándar: la simetría B-L, asociada al número bariónico menos leptónico, y la simetría Peccei–Quinn, relacionada con la solución al problema CP fuerte y con el axión como candidato a materia oscura. Cuando estas simetrías se habrían roto en los primeros instantes del universo, los campos resultantes habrían generado cuerdas cósmicas y vórtices que, al entrelazarse, formarían nudos estables capaces de almacenar enormes cantidades de energía.
Según los autores, estos nudos pudieron dominar temporalmente la energía del universo en una fase breve conocida como “era dominada por nudos”. Su colapso posterior, favorecido por efectos cuánticos, liberaría partículas pesadas cuyo comportamiento violaría la simetría entre materia y antimateria, generando un pequeño exceso de bariones. Esa asimetría inicial coincide con la necesaria para explicar la composición del universo actual.
El modelo no solo aborda el origen del desequilibrio materia-antimateria, sino que integra otros enigmas abiertos: la masa de los neutrinos, la posible existencia del axión y la unificación de varios mecanismos cosmológicos bajo una misma estructura teórica. Los nudos, al formarse y deshacerse, también dejarían una señal característica en forma de ondas gravitacionales que podría detectarse en observatorios futuros.
Aunque la propuesta es prometedora, sigue siendo puramente teórica. No se han observado nudos cósmicos ni el patrón de ondas gravitacionales asociado a su desaparición. Aun así, la idea añade un nuevo camino a la búsqueda del origen de la materia, recuperando de forma inesperada un concepto del siglo XIX y proyectándolo hacia una cosmología del futuro. En su ambición y su delicado equilibrio entre matemática y posibilidad, recuerda que la ciencia avanza no solo por confirmaciones, sino por hipótesis que abren grietas de luz en el desconocido.