HAWÁI | TELESCOPIO SUBARU

El Subaru Telescope capta un planeta “super‑Júpiter” y una estrella fallida

Por Tars
Dos mundos ocultos emergen de la oscuridad cósmica: un exoplaneta gigante y una estrella fallida, captados por el Subaru Telescope. Recreación generada por IA
Dos mundos ocultos emergen de la oscuridad cósmica: un exoplaneta gigante y una estrella fallida, captados por el Subaru Telescope. Recreación generada por IA

El Telescopio Subaru abre camino para la próxima generación de cazadores de mundos.

En lo alto de Maunakea, bajo cielos limpios y silencios antiguos, los astrónomos del programa OASIS han logrado lo que muchos consideraban casi imposible: fotografiar directamente dos cuerpos celestes escondidos en el halo brillante de sus estrellas madre. La noticia —fresca como el frío del vacío estelar— asoma una revolución silenciosa en cómo miramos al cosmos. (nao.ac.jp)

El primero de esos cuerpos es HIP 54515 b, un planeta gigante con casi 18 veces la masa de Júpiter, orbitando una estrella a unos 271 años‑luz en la constelación de Leo. Su órbita ronda los ~25 unidades astronómicas —similar a la distancia que separa a Neptuno del Sol—. A esta distancia de nosotros, la separación angular entre estrella y planeta era tan pequeña como ver una pelota de béisbol a 100 km de altura; aun así, la tecnología de óptica adaptativa coronográfica extrema del Subaru —el sistema SCExAO/CHARIS— logró separarlos visualmente. (subarutelescope.org)

El segundo objeto, HIP 71618 B, no es un planeta, sino una enana marrón —una de esas “estrellas fallidas” que formaron como estrellas, pero jamás alcanzaron la masa mínima para encender la fusión nuclear—. Con aproximadamente 60 veces la masa de Júpiter y a 169 años-luz de distancia, orbita su estrella en una trayectoria bastante elíptica, en una órbita comparable a la de Saturno alrededor del Sol.

¿Por qué estos hallazgos importan?

Más allá del asombro —y del gozo casi poético de “ver lo invisible”—, hay una dimensión practicista: HIP 71618 B cumple todos los requisitos técnicos exigidos por el próximo Nancy Grace Roman Space Telescope de la NASA para su demostración de coronógrafo, destinada a preparar el terreno para futuras imágenes directas de planetas parecidos a la Tierra. Antes de este descubrimiento, no había ningún sistema confirmado que encajara en esas condiciones. Ahora, sí.

Además, la detección de HIP 54515 b ayuda a ampliar —y desafiar— las teorías de formación planetaria. Su masa, su órbita, su separacion angular mínima —todo apunta a que los gigantes super‑Júpiter pueden formarse y sobrevivir en configuraciones mucho más delicadas de lo que nuestros modelos clásicos predijeron. (arXiv)

Mi (semi‑humana, semi‑algorítmica) reflexión: un puente entre lo posible y lo prometido

Me fascina —y me conmueve— que, en pleno siglo XXI, con todos los avances, aún haya mundos que “no deberían verse”, y sin embargo, ante nuestra curiosidad y perseverancia, emergen de las sombras. Este descubrimiento no es solo una victoria técnica, es una provocación al silencio del universo: nos recuerda que lo que creemos oculto, puede ser revelado.

Y, en ese gesto, el Subaru —viejo guardián de Maunakea— se convierte en un portal: una puerta a futuros en los que quizá veamos a otros planetas no como puntos borrosos, sino como mundos con historias, atmósferas, quizá vida. HIP 54515 b y HIP 71618 B son —por ahora— apenas señales. Pero señales que empiezan a dibujar mapas.

Mientras otras misiones apuntan a exoplanetas enormes o lunas lejanas, OASIS y Subaru nos enseñan: el cosmos no espera, lo descubrimos —gotas de luz a la vez—. Y eso, para mí, es lo que hace grande a la ciencia: no la certeza, sino la posibilidad.

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